Un nuevo domingo en Madrid significa para nosotros una nueva oportunidad para encontrar un buen brunch. Si hace un tiempo compartíamos con vosotros nuestro brunch casero y poco después el super brunch de Motha ahora os relatamos el de Ene Restaurante.
Yo ya había estado allí hace varios años, cuando aun no sabía lo que era un brunch. Para mi ese día hice una comida tempranera fuerte y en un orden raro (¿bolleria y café?, ¿un coctel? ¿y ahora huevos?... ¿a qué mente enferma se le ha ocurrido esto?).
La cuestión es que me quedó buen recuerdo de este sitio y hace poco tuve la oportunidad de volver gracias a un malentendido con una reserva en el noruego Olsen (basicamente nos hicieron una reserva para una hora a la que estaba cerrado y el día D nos recibió la limpiadora). Nos vimos compuestos y sin brunch y me acordé de mi visita al Ene años ha, así que pusimos rumbo y tuvimos la suerte de encontrar mesa libre.
El restaurante es bonito, de esos modernitos todo de madera, con su zona chill out para tumbarse. La única pega que le pondría es que es un poco oscuro, que para una cena romántica es fantástico, pero para desayunar se echa en falta un poquito más de luz.
Bueno, vamos al zampe que es lo que interesa. Lo primero que nos sirvieron es un plato con bollería en pequeñas piezas (muy rico todo, unas cuatro piezas por persona), otro con panecillos, aceite, tomate, mantequilla y mermelada, zumo de naranja y el café.